Dirty
Dancing estuvo hace varias semanas en Barcelona anunciado con el slogan: “el clásico
del cine ahora en el teatro”. Sólo con leer esto ya se puede vaticinar cual
va a ser el principal error que se
cometerá. Pero es mejor dejar esto para el final, una vez se explique el
espectáculo y se haya hablado de los elementos que lo componen.
Cartel promocional de "Dirty Dancing. El musical" |
Cualquier forofo de la gran pantalla sabe que el film “Dirty Dancing” se ha convertido con el paso de los años en todo un clásico del cine romántico, aunque yo, personalmente, no lo incluiría, como hacen algunos expertos, dentro del grupo de películas musicales. Habiendo obtenido gran cantidad de premios, incluido el Óscar a mejor canción, raro era que no se realizara la adaptación para teatro. Y así ha sido.
El
ambiente que se genera sólo con el apagón de las luces entre el público es
impresionante. Todo el mundo comienza a hacer palmas, a tararear, a bailar en
las butacas… y es el “Dirty Dancing. El musical” no es una adaptación, no, es
la mismísima película representada en directo: misma música, simulación de los
mismos escenarios, mismo libreto…
Enseñando a la protagonista a bailar. / Foto: WEB DIRTY DANCING |
La
parte musical de esta obra es… un pegote. La verdad es que los cantantes,
pobrecillos, bien podrían desaparecer que la obra no se vería afectada, pues
los que cantan no son los protagonistas. Hay canciones que se reproducen en
versión original y otras que se cantan en directo pero dudo, mucho, a pesar de
que en el folleto se nombre a los músicos (un contrabajo, un saxo, una trompeta
y un batería) que se encarguen de tocar todas las canciones que son en “directo”.
Los
escenarios están muy bien creados y son muy dinámicos. El problema es que el
modo de cambiar de escena es girando los decorados, como se hace en Mamma Mia!
y en este caso no queda demasiado bien. Quizá uno de los motivos por los que no
acaban de cuajar estos cambios de escenario con las luces en “on” es el hecho
de que los tramoyistas lleven una camiseta roja que destaca horrores sobre las
pareces de los supuestos edificios y que se les vea el cuerpo completo… Otro
problemilla que se observa es que hay apagones para cambiar de escena demasiado
largos y no se realizan de manera limpia y rápida.
El
vestuario es prácticamente igual que en la película, al igual que los diálogos.
Ambas cosas se han respetado a la perfección. Mas lo que se ha respetado de
manera realmente seria, a pesar de la dificultad que acarrea, son los bailes.
Las coreografías realmente enganchan, la gente no puede dejar de mirar los
bailes ni un segundo. En este aspecto es una gozada de espectáculo.
Los
actores realizaron un gran trabajo. Hay que destacar, en primer lugar, que
Fanny Corral, más que bailar en el escenario, vuela en cada coreografía.
Demuestra que posee una excelente técnica en baile y transmite muchísimo. El
papel protagonista de Johnny Castle lo llevó a cabo Oriol Anglada, en lugar de
Christian Sánchez. A pesar de todo, la pareja protagonista demostró mucha complicidad,
pero eso sí, el porté característico del final de la obra tuvo que salir al
segundo intento.
Porté famoso del final de esta obra. /Foto: WEB DIRTY DANCING |
Creo
conveniente acabar esta crítica con dos conclusiones. En primer lugar, este
espectáculo es muy divertido, animado… pero no es lo que se conoce como un
musical. Al menos, yo entiendo como musical, una obra donde el personaje se
abre al público y muestra sus sentimientos y personalidad con las canciones, y esto
en Dirty Dancing, no ocurre. Y en segundo lugar, lanzo una interrogativa al
aire. ¿Qué está pasando con los musicales? ¿Cualquier obra que posea música en
directo o enlatada pasa a formar parte de lo que se conoce como teatro musical?
Creo que en la actualidad se está difuminando cada vez más la línea entre una
obra de teatro musical y un espectáculo que está amenizado con música. Así que
“Dirty Dancing” es un bonito espectáculo, pero que no digan que es un musical,
porque no lo es.
6/10 |
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